November 26, 2007

18 de noviembre de 2007 - Una espiritualidad para tiempos de crisis - Alberto Moke



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Mi primera reacción cuando Frank me confirmo que quería que predicara hoy, fue de temor. Temor a que mis emociones le ganaran a mi cerebro y quedarme atascado sin poder decir nada. Pero después sentí que tenía que hacerlo, sacar fuerzas para compartir lo mucho que ha significado para nosotros el haber servido en Immanuel. Recuerdo que lo que motivo a quedarme en Immanuel hace cinco anos, era servir a una comunidad hispana que buscaba sobrevivir en la búsqueda de una mejor vida, mas llena de esperanza. Clelia y yo hemos conversado varias veces que en más de 30 anos de ministerio, nunca habíamos conocido una comunidad tan genuina y real y por esa razón tan bella. Creo que no hace falta decirles que ustedes han marcado profundamente nuestros corazones y nos van a hacer mucha falta. Les amamos con todo nuestro corazón.

Mi otro temor era escoger un tema que fuera relevante. Escogí este pasaje porque es uno en el que he reflexionado en más de una ocasión y me ha servido para reafirmar mi convicción de que en nuestra jornada de fe Dios ha estado siempre presente, saliéndonos al encuentro, bloqueándonos y haciéndonos cambiar de rumbo, y desafiándonos a caminar en senderos nuevos que solo El conoce. También porque ante la necesidad de buscar nuevos modelos de liderazgo nos ayuda a reconocer criterios para la selección de un liderazgo centrado en la voluntad de Dios.

La historia nos suena conocida. Una comunidad multicultural luchando, como Immanuel, por atender los problemas propios de una comunidad diversa, que necesitaba crecer y descubrir nuevas fronteras en su jornada de fe.

Es la historia que leímos. En una de las sinagogas compuesta por judíos que hablaban griego, había la queja de que a sus viudas les daban menos atención que a las viudas que hablaban hebreo y arameo del grupo dominante al que pertenecían los apóstoles. Tal vez no era la intención, pero el impacto del grupo es que estaban siendo discriminados.

Los apóstoles no se pusieron a la defensiva cuestionando las motivaciones de los que expresaron sus quejas sino que buscaron una solución administrativa que daba prioridad a la inmediatez de la necesidad humana sin caer en separaciones innecesarias entre lo material y lo espiritual. Todo lo contrario la historia nos da luces para un modelo de espiritualidad integral que toma en cuenta la totalidad de la vida.

Cuando vemos la historia de manera más completa nos damos cuenta que este incidente, tal vez insignificante para algunos estaba enmarcado en una realidad mucho más amplia y era la necesidad de que el alcance de la gracia de Dios se extendiera a una familia mucho más grande que el pueblo judío.

No hay dudas de que Dios estaba en medio de su pueblo, como lo esta también hoy con nosotros. ¿Cuantos dicen amén? Dígale a su hermana o amigo que esta a su lado: Dios esta con nosotros! Dios estaba con los apóstoles, estaba con los judíos que estaban en el poder y también con los que se sentían marginados. Estaba presente y reinaba en medio de las situaciones mas tensas. Hoy nosotros somos parte de ese pueblo tan especial al que pertenecemos por la gracia de Dios, pero ese privilegio tan grande no ocurrió sin que se tuvieran que vencer obstáculos, derribar muros y sin que un grupo de lideres comprometidos estuvieran dispuestos a morir por causa de Cristo y el nuevo reino de paz que el estaba inaugurando.

Es fácil hacer teología mirando para atrás para discernir donde ha estado Dios. Hoy damos gracias porque nosotros, quienes antes estábamos al margen ahora nos podemos sentar a la mesa, antes no éramos nadie. Ahora somos linaje escogido, ahora somos hijos. Ahora somos reyes y sacerdotes. Pero tenemos que admitir que el camino ancho por el que hoy caminamos fue antes un camino angosto en el que se dieron luchas, que hubo gente que se comprometió a vivir las demandas del nuevo reino hasta las últimas consecuencias.

Menos fácil es hacer teología en el camino, como tenemos que hacerlo nosotros hoy porque no existe la referencia de la historia y el único recurso que tenemos es la guía del Espíritu Santo, que nos corrige, y nos ayuda a enderezar nuestras sendas.

Es por eso que en momentos de crisis y dificultades necesitamos de una espiritualidad que nos coloque en el centro de la voluntad de Dios, que nos ayude a examinar nuestras motivaciones mas profundas y nos aleje de la tentación del poder, la arrogancia y el triunfalismo. Es necesaria una espiritualidad de reconozca y valore la sabiduría de la comunidad. Nos dice Lucas en el verso 2: “Los doce apóstoles reunieron a todos los creyentes y les dijeron: no esta bien que nosotros dejemos de anunciar el evangelio de Dios para dedicarnos a la administración. Por eso, busquen entre ustedes siete hombres y mujeres de confianza, entendidos y llenos del Espíritu Santo, para que les encarguemos estos trabajos.”.

Necesitamos una espiritualidad que nos invite a la acción. Es hora de actuar, mi querido hermano y hermana. Es urgente atender a las viudas, a los huérfanos, a los inmigrantes indocumentados, a los que están al margen por su condición social, a los que son menospreciado por su situación económica, por su situación mental o emocional, a los que han vivido al margen de la ley, los marginados por su orientación sexual, los mas vulnerables a ser abusados, los niños, los discapacitados, las personas de la tercera edad, los que por largos anos han vivido esclavos del vicio y de todo tipo de adicción. Dios nos llama a actuar, sirviendo las mesas, atendiéndolos, dándoles nuestro tiempo y nuestra amistad, proveyéndoles cuidado pastoral. No, esa no es solamente tarea de los pastores ordenados, es tarea tuya como miembro de la comunidad que ya fuiste llamado y ordenado en el momento en que fuiste bautizado.

EN VEZ DE REACCIONAR LOS APOSTOLES DECIDIERON ACTUAR: “AYUDEN A ESCOGER LIDERES QUE ESTEN DISPUESTOS A SERVIR DIRIGIDOS POR EL ESPIRITU SANTO”

Hay una sociedad que necesita de una comunidad sanadora, una comunidad que proclame las buenas noticias de Dios esta vivo y esta en medio de los sufrimientos de su pueblo y quiere que nosotros seamos las luces que los guíen en medio de las tinieblas.

El viernes en la noche un grupo de hermanos y hermanas de Immanuel fuimos a consolar a un grupo de personas que realizaban una vigilia por un joven que fue abaleado por las pandillas. Como comento el pastor Howard Dotson, de la iglesia First Congregational, tanto la víctima como los miembros de la pandilla es muy probable que hubieran sido bautizados en una iglesia cristiana. Para muchos de ellos el barrio y la pandilla eran su iglesia. En muchos sentidos esto es cierto porque Dios y por ende la iglesia está presente donde está la pobreza y el sufrimiento humano. ¿No será que es esta uno de las grupos que desatendemos como solemos desatender a las viudas, niños y discapacitados que no se pueden valer por si mismos?

Hay muchas otras mesas que necesitan ser atendidas por líderes llenos del Espíritu Santo que estén dispuestos a ser agentes transformadores de una sociedad que ya no quiere escucharnos reflexionar sino ver modelos de vidas comprometidas, guiadas por el Espíritu Santo, marcadas por el amor incondicional que emana de sus poros, por los dones de hospitalidad, por la sabiduría que sale de sus labios y por la disposición de vivir la fe hasta las ultimas consecuencias, aun participando de los sufrimientos por causa del reino.

Ojalá que nuestros pastores continúen enfocándose, como los apóstoles, en el ministerio espiritual, la proclamación, la ensenadaza y en el infinito poder de la oración. Y ojala que las diferentes comunidades y culturas que son parte de Immanuel acepten el desafió de ser una iglesia movida por lideres de base cuya única motivación es ser agentes transformadores de una sociedad que quiere conocer a Dios en vidas ejemplares.

Por lo demás hermanos y hermanos corramos la carrera convencidos de que “ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor (Romanos 8:37-39)

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